Kaylin se define como una chica normal de 18 años que esconde un extraño secreto: no puede evitar comer plástico. Su afición a la ingesta de este material empezó cuando tenía unos siete años y ha llegado hasta tal punto que la propia joven reconoce que es víctima de una extraña adicción.
“No es por cómo sabe el plástico, sino la manera en que lo como, pues es duro y suave al mismo tiempo”, asegura Kaylin.
Durante los últimos once años, la joven se ha comido 12 mandos de control remoto, más de 5.000 adornos de pulseras, más de mil espadas de cóctel, cien tenedores, una decena botellas de agua, dos chupetes de bebé o unas 50 perchas, entre otros muchos objetos de este material. Así, hasta alcanzar las alrededor de 60.000 piezas que se estima que ha consumido en todos estos años.
“No es por cómo sabe el plástico, sino la manera en que lo como, pues es duro y suave al mismo tiempo”, asegura Kaylin.
Durante los últimos once años, la joven se ha comido 12 mandos de control remoto, más de 5.000 adornos de pulseras, más de mil espadas de cóctel, cien tenedores, una decena botellas de agua, dos chupetes de bebé o unas 50 perchas, entre otros muchos objetos de este material. Así, hasta alcanzar las alrededor de 60.000 piezas que se estima que ha consumido en todos estos años.
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